martes, 24 de noviembre de 2015

La ética y la Política: DOS TEMAS PROFUNDAMENTE OLVIDADOS REFLEXIONES DE UN IMPERFECTO PERFECTIBLE

LA ÉTICA Y LA POLÍTICA: DOS TEMAS PROFUNDAMENTE OLVIDADOS
REFLEXIONES DE UN IMPERFECTO PERFECTIBLE

Por; Wilmer Alexander Silva 

1          A manera de introducción:
Se me ha pedido preparar una breve reflexión sobre la ética y la política en el ejercicio público de la autoridad, con relación a los últimos gobiernos en nuestro querido terruño: Honduras, no es mi objetivo afirmar y mencionar que es lo bueno y lo malo que se ha generado como fruto de ese ejercicio político, pues me parece que es claro y evidente lo que sucede en Honduras y que lastimosamente seguirá sucediendo hasta que como ciudadanos y pueblo frenemos o despertemos del aletargamiento en el que hemos caído y en el que como bellos durmientes estamos inmersos, como si Morfeo nos tuviese bien abrazados y bailando con él la melodía del conformismo y de la desidia personal y colectiva. Todavía hoy en pleno siglo XXI vivimos de mitos, creyéndole a los demonios encantadores de serpientes como lo diría nuestro buen hombre y poeta: Roberto Sosa Murillo. Aquellos que nos engolosinan en las concentraciones políticas, que nos prometen como novio insensato en cielo y las estrellas, la luna y el sol, la riqueza y el poder, pero de los cuales sólo obtenemos mentiras, pobreza a toneladas, un par de laminitas y dos libras de frijoles y arroz para cegar a la conciencia. Como diría el pensador medieval: Santo Tomás de Aquino: “La Virtud nunca florecerá en la miseria” pues a la clase política le favorece que sigamos en la miseria, en la pobreza o en el embrutecimiento y no sólo en sentido económico, sino intelectual, no les conviene que el pueblo piense y razone, pues si abrimos los ojos bien puede que nos muramos del monstruo o bruja que tenemos en frente: nuestra realidad socio económica, como dice el dicho nos tocó bailar con la más fea de todas y seguiremos bailando si seguimos en la fiesta de la corrupción en donde embriagarse de ignorancia y drogarse con falacias y mentiras  es la onda y estilo del momento.

He titulado esta disertación como: “La ética y la política: dos temas profundamente olvidados, reflexiones de un imperfecto pero perfectible” primero porque ya nadie o casi nadie quiere saber de moral o de bien común; nos estamos convirtiendo en animales no racionales, pues animales ya somos, pero nos sigue distingüendo la racionalidad, hoy llamamos tabú a todo aquello que no queremos aceptar que es moralmente malo y que la recta razón nos indica y señala, Aristóteles decía que somos animales y en efecto todavía hoy según la biología lo seguimos siendo, pero animales racionales, siempre imperfectos, pero perfectibles y yo me atrevería a decir que por naturaleza buenos. Lo anterior obedece al tema de la ética y consecuente mente el lado o postura política, somos entes políticos precisamente por vivir en sociedad, en un estado, se debe trabajar por el bien común, la alegría y el bienestar de todos, es nuestro deber, porque si no mejor alejémonos al desierto o a la selva en donde la categoría moral se alejaría momentáneamente de nosotros y allí poder vivir como animales inferiores y no racionales.
El sub título de imperfecto pero perfectible obedece a mi condición humana e ignorante, es más lo que ignoro que lo que conozco[1] así que con esta disertación me puedo equivocar y confundir, no tengo la verdad absoluta aunque trato de obedecer a ese criterio de verdad que es la claridad y la evidencia, pienso que mi mejor ejemplo es nuestra realidad, la situación en la que estamos habla por sí sola y mejor de lo que puede decir un humilde servidor.

Puedo comenzar a ejemplificar la corrupción con nombre y apellidos, ejemplos en cantidades industriales, pero ese no es el fin ni el objeto de esta conferencia, sino generar reflexión, motivar al cambio, hacer las veces de luciérnaga en la oscuridad corrupta en la que nos movemos adormitados; hablar de corrupción, de moral y de ética no es fácil y en muchos casos no conviene al expositor o conferencista, pues exige una conciencia moral buena, el ejercicio ético encomiable y haber pasado por el crisol de la conducta observable y juzgada por los demás. No soy ejemplo de nada, me ha equivocado como hijo, hermano, amigo, compañero, discente y docente y como profesional, a veces voluntariamente y en otros momentos, la mayoría en mi caso involuntariamente, pero siempre con la meta de mejorar. Se puede ser moralmente bueno si como animal racional uno se lo propone, como persona y sujeto último de pertenencia, obedeciendo a la recta razón y a la conciencia equilibrada y bien formada.[2] Todos los próceres, héroes, pensadores y santos del pasado que hoy se ponen como modelos no fueron ejemplo de moralidad, pero si son ejemplos y modelos de cambio, de mejora en la conducta humana. Así que parafraseando a Pablo[3] diría lo siguiente: no hagan lo que yo les lea, sino que hagan lo que racional y moralmente ustedes deben hacer…

2          La Ética (Concepción Teórica):
Para Aristóteles en su Moral a Nicómaco o Ética Nicomaquea, la “filosofía moral es la indagación de la actividad humana, que, en su forma más desenvuelta, es Social y Ética y puede por eso llamarse política en sentido amplio” (Salazar, 1997). Aquí Aristóteles, en su más ancho sentido, identifica Ética y Política.[4]
El ser humano se diferencia del resto de las criaturas por conferir una finalidad consciente a sus acciones; y aunque no siempre lo haga y con frecuencia actúe mecánicamente, siempre tiene la posibilidad de darle uno u otro sentido a sus acciones y de reaccionar de una u otra manera ante los acontecimientos que le afectan. Si bien es cierto que no puede decidir sobre todas las cosas que le pasan, pues hay cosas que ocurren sin su voluntad y contra su voluntad, sí puede decidir cómo reaccionar ante los acontecimientos. En eso consiste su libertad.
En eso consiste la Filosofía, y particularmente la Ética, en dar la posibilidad de conferir sentido a su actuar y de adoptar determinada conducta ante las cosas que le ocurren. La libertad, pues, es la posibilidad de decidir entre varias opciones; es, decía Hegel, la conciencia de la necesidad, y en este sentido es el fundamento de la Ética, entendida como el conjunto de normas o reglas prácticas que dan sentido y caracterizan nuestro accionar. Ética viene del griego Ethos, que, como ya dijimos, podríamos traducir como carácter.

3          La Política (Concepción Teórica):
La Política viene del griego Polis, el Estado-Ciudad que abarca tanto al Estado como a la Sociedad Civil. Y si bien para Aristóteles en su obra La Política,[5] esa forma de asociación, el Estado-Ciudad era un hecho necesario y natural, su organización y comportamiento, es decir, la Política, debía estar sometido a ese conjunto de normas reguladoras de su conducta. Esto es, debía sustentarse en la Ética y subordinarse a ella. He ahí la relación originaria en la filosofía griega entre Ética y Política.
La política, en la obra del mismo nombre de Aristóteles y en La República de Platón,[6] es la justicia; es el valor ético principal sobre el cual debe montarse el quehacer político. El fin de la Política es obtener la justicia; el contenido de la Ética es la justicia, y la justicia, según Ulpiano es: dar a cada uno lo suyo, no hacer daño a los demás y vivir honestamente. El valor ético griego se transforma posteriormente en el Derecho Romano en categorías jurídicas y normativas.
En la Modernidad, sin embargo, ambas categorías, la ética y la política, han sido excluyentes. La política moderna, que, como ya vimos, data de 1513, fecha de aparición de El Príncipe de Nicolás de Maquiavelo,[7] arranca, precisamente, de la supresión de la ética como categoría política y, correlativamente, de su fundamentación sobre otros supuestos y no sobre los supuestos éticos que estuvieron en su origen y en su razón primera. El mundo moderno día a día se fue alejando cada vez más de los presupuestos morales en el quehacer político; cada día la política se transforma en un valor en sí mismo y no en algo subordinado y sustentado sobre los principios morales, y cada día sus errores y horrores involucran a la humanidad en un torbellino que pareciera a veces indetenible.

La relación entre la ética y la política ha sido siempre un tema inevitable por una razón esencial: ambas, al menos en su sentido filosófico y desde su propia identidad, tienden al mismo fin: el bien. (Bien individual y colectivo o común)
La política, desde Aristóteles, en la obra del mismo nombre y del mismo autor, es considerada el arte del bien común; la ética, carácter y comportamiento atribuible a una comunidad determinada, la acción que persigue un fin. Ese fin es el bien. “El bien es el fin de todas las acciones del hombre”, dice Aristóteles en las primeras palabras que inician la Moral a Nicómaco Ética Nicomaquea.  
Esta Magna Moral o Ética tiene a la felicidad como objetivo principal que conlleva la virtud, sin la cual aquella no es posible. Por otra parte, la polis[9], formada por la conjunción de la sociedad y del Estado, tiene un carácter, una ética, que le es particular y que de alguna forma la prefigura. El ethos,[10] carácter pero también conducta, identifica (caracteriza) a una comunidad, a una polis de la cual proviene.
En su sentido etimológico y ontológico, ambos términos forman una unidad. No son la misma cosa, pero cada uno de ellos es parte necesariamente complementaria de esa unidad que es un todo, sólo posible por la convergencia y síntesis de sus partes. Cada una de ellas, para formar su individualidad, necesita el complemento de la otra.
Toda polis tiene un ethos. En consecuencia, la política entendida como quehacer de la polis, como desarrollo de un conjunto de tácticas y estrategias, es el ámbito en el cual el ethos se realiza como ética. Por eso, para los Griegos, era un sinsentido la existencia de la política sin la ética, porque toda política, debe ser una ética en su desarrollo. Entre ambas hay una serie de nexos que hacen de ellas un complejo tejido: objetivo, intención, adecuación entre medios y fines, justificación racional del porqué y para qué de las acciones.
Estas ideas elementales con las que los griegos fundaron la filosofía, la ética y la política, siguen siendo la justificación racional y moral del poder, a pesar de haber sido reiteradamente violentadas por los hechos. No obstante las repetidas violaciones del poder a la razón y la ética, nunca antes, sino hasta ahora, se ha pretendido justificar el poder por el sólo hecho de existir, mutilándolo de todo referente moral, al elevar a la categoría de norma la afirmación de que los hechos son en ellos mismos su propia moral y que lo que es debe ser.
Esta es la gran ruptura ética de nuestro tiempo, que plantea un desafío que por su profundidad y dramatismo no tiene precedentes desde el fin de la Edad Media, cuando el ser humano respondió con la razón y el humanismo al gran vacío dejado por el fin de una era. Aunque la separación entre la Ética y la Política está en el origen mismo de la Era Moderna, El Príncipe de Nicolás de Maquiavelo (1513), la Ética, que no es sujeto de su interés, sobrevive en otro plano diferente al de la política, el de la esfera de la moral individual interior. A pesar de ello, la Política, identificada a esas alturas exclusivamente con el poder y desprovista de su objetivo teleológico y ético, el bien común, sigue normada por el ejercicio de la voluntad.
Más profunda que esa crisis que se produjo en los comienzos mismos de la Modernidad, es la que se plantea hoy en un momento considerado para algunos el final de la Era Moderna; pues aquí la Política no viene determinada más por la voluntad humana, sino por el Mercado y sus infalibles leyes, que supuestamente gobiernan sin necesidad de la participación de esa voluntad.[11] El destino de la sociedad es así transferido a un mecanismo automático ajeno al ser humano. He ahí el núcleo del problema ético y político de nuestro tiempo.
5          Enfermedad y debilitamiento en la política:
La política, tal como se le ha entendido siempre, está dejando de ser la función imprescindible que ha sido. Con todos los males que ha acarreado, resulta impensable una sociedad que prescinda de la política. Al menos a partir de lo que los griegos nos han enseñado sobre qué es la política y qué la sociedad, desde hace dos mil quinientos años.
No obstante lo dicho anteriormente, esta idea que, a pesar de todos los cambios en la historia, ha mantenido su sentido esencial, está hoy en crisis al enfrentarse no sólo a los cambios en el mundo, sino a un cambio de mundo. En lo esencial, la idea de la política consiste en un movimiento de doble vía: la voluntad social, fuente de la soberanía, que da origen y legitimidad al poder; y el poder, así constituido, que debe, aunque con frecuencia no lo haga, tratar de resolver los problemas de la sociedad y alcanzar sus objetivos comunes. La política, así vista, es la encargada de responder y realizar las aspiraciones de la comunidad. Es la más alta expresión de la voluntad colectiva, y, a la vez, la posibilidad concreta de su realización.
Las teorías neoliberales y las doctrinas del Mercado Total, pretenden que el bien común depende de forma exclusiva de las leyes del Mercado, que es quien realiza en la historia el principio del Derecho Natural. La Revolución Tecnológica, por su parte, ha sustituido a la política en su función de instancia mediadora entre el poder y la sociedad. El salto cualitativo en el desarrollo de los medios de comunicación, ha restringido el papel del partido de intérprete de los acontecimientos nacionales y mundiales, y la crisis de las ideologías, que es parte de la crisis más ancha del Racionalismo y la Modernidad, le ha cercenado la posibilidad de formular propuestas globales de organización de la sociedad.
La Revolución Tecnológica y las Doctrinas del Neoliberalismo, el Mercado Total y la Globalización, han afectado mucho más a la política y a las ideologías que a las religiones. Por el contrario, estas últimas, que no son formulaciones lógico-racionales, sino dogmas de fe, se han fortalecido ante los fracasos del racionalismo para proporcionar la felicidad y ante los embates de la razón instrumental en el siglo XX que ha desembocado, en los Auswitch, Gulags, Kosovos, y las distintas formas del “Capitalismo Salvaje”.[12]
Mutilada la política de su misión natural, de su objetivo esencial y del sentido de su acción, se transforma fácilmente, ahora a partir de esta modalidad, confirmada por el resultado de sus acciones, en un oficio desprovisto de todo fin teleológico y de toda trascendencia y, por lo mismo, separado radicalmente de la ética. Por eso, el reto de hacer política hoy, es en el mejor sentido de la palabra, el reto de hacer la política, restaurando sus numerosas fracturas y, sobre todo, reconociendo en ella su finalidad y trascendencia orientada al bien común.
Desde este punto de vista, la crisis de la política es una crisis ética, desde el momento mismo que su desplazamiento por el mercado significa la exclusión del ser humano[13] en la construcción de su propio destino y, en consecuencia, la supresión de todo sentido teleológico y de toda trascendencia de su propia acción.

6          ¿Dónde se origina la corrupción ética en el estado  y en el ejercicio de la política?
Esta interrogante se puede contestar de múltiples formas y ejemplificar con demasiados ejemplos y situaciones, pero yo considero que inicia en la familia y luego se traslada a la escuela y la universidad. Un niño que no respeta ni reconoce figura de autoridad en su casa no respetará a nadie fuera de ella, aquel que aprende a mentir en lo mínimo lo hará con facilidad en lo mucho,[14] cuando un padre le enseña a mentir y engañar inescrupulosamente, a quedarse con el vuelto que le dan de más y aplaude a su hijo por esta acción le está otorgando anticipadamente el título de corrupto en la juventud y adultez. A veces no necesariamente esa instrucción y enseñanza para la corrupción es de forma directa, sino más bien indirectamente con el ejemplo, un padre que llega tarde a su trabajo y a su casa sin necesidad y justificación, que se levanta a la hora que quiere, que no cumple ni suple los gastos de su hogar, fácilmente es modelo para los vástagos de su casa. Ese niño al llegar al colegio y a la universidad, será experto en mentiras, fraudes y salvajismo intelectual y social, y si no fijémonos en nosotros mismos y escuchemos nuestra conciencia moral que no nos miente y nos avergüenza e incordia por dentro.

7          La Universidad como posible cuna de políticos corruptos:
A continuación menciono formas corruptas de comportamiento en la universidad, cualquiera que sea o en la que habitamos y convivimos. No con el propósito de afirmar que se forman corruptos, sino como alcahuete e institución permisiva y pobre de autoridad moral y exigente de ésta última.
Llegadas tarde a las aulas universitarias, cuando no se puede cumplir con el compromiso, es mejor no asumirlo, ni como estudiantes y mucho menos como profesionales, pues seremos irresponsables permanentemente, faltos de compromiso y autoridad moral; fraude en los trabajos de investigación, presentamos como nuestro documentos de otros y peor aún le pagamos a otro para que plagie el noble trabajo de un profesional para que ponga un trabajo como propio cuando se sabe que no lo es; fraudes en los exámenes, tés y pruebas escritas, producto de la anticultura del mínimo esfuerzo y del poco interés por alcanzar la máxima concepción y definición de la palabra “profesional”, de la no organización del tiempo y los materiales, poco valor por el sacrificio y esfuerzo intelectual; corrupción en las escusas, comunicamos a otros hasta con gestos una enfermedad que no existe, síntomas inexistentes y presentamos documentos firmados y cobrados por otro corrupto que es profesional de la medicina firmándonos cosas que no existen; mintiendo en evaluaciones que deberían ser objetivas, las volvemos subjetivas en nombre de una seudo-verdad, por puro desquite por no haber aprobado una asignatura, docentes y estudiantes incumpliendo horarios y normas, aplicando tés y trabajos que duplican el tiempo establecido por las normas; impuntualidad en el trabajo institucional, iniciando media hora después y terminando media hora antes, culpando a otros por el fracaso personal, buscando culpables y no soluciones; el nuevo se equivoca una vez y se despide, el antiguo se equivoca y es corrupto desde hace mucho y no se le dice ni hace nada; cobramos extra por trabajos que ya son remunerados por el estado o por el patrono, todo por ambición enfermiza e interés individual. Pudiera seguir enumerando ejemplos, pero ya siento náuseas y enojo con migo mismo, porque creo que puedo hacer mucho más y ser más directo, pero también náuseas y cólera con los que pueden hacer algo como producto y obligación de su trabajo y no lo hacen. Ya habrá otros momentos en los que se puede seguir enumerando la lista o mejor dicho los ejemplos por los momentos es mejor frenarse.
En conclusión todos los corruptos o al menos la gran mayoría de los que hoy están ostentando el poder y tienen en sus manos las instituciones públicas y privadas han pasado por aulas universitarias y se han ejercitado bastante bien a la hora de mentir y hacer fraude intelectual aplicaron la máxima siguiente. “El fin justifica los medios”[15] lo que importa es tener título así que voy hacer lo que tenga que hacer para conseguirlo aunque me cueste mi acreditación moral buena. Algunos ya no les caben en la pared títulos de reconocimiento, pero no tienen ninguno en materia de moral y ética, de valores y cumplimiento deontológico. Podría decir entonces de dónde surgieron algunos corruptos, lo difícil es saber cómo terminarán los presentes… aunque de algunos ya sabemos algo.
Para nosotros es fácil señalar a los corruptos actuales y que también es necesario, pero sería mejor frenar o prevenir en el presente para no aguantar y sufrir en el futuro. Lo anterior debería ser uno de los objetivos de la educación superior, transversalizar el componente ética en todas las carreras y en todas las asignaturas como lo manda lo esencial de la reforma universitaria en sus componentes de ética y formación de ciudadanía.

8          ¿Por qué se ha olvidado la ética en la actividad política?
La respuesta al problema no es que la política deba tener ésta o aquélla moral, sino esta otra: la política es moral. La política es ética, ella misma.[16] No es una actividad que teniendo estas o aquellas exigencias prácticas deba además ser ética, sino que ella misma es una parte de la ética. Como toda actividad humana libre y consciente es una acción que puede ser juzgada como moralmente buena o moralmente mala, habría que definir y estudiar el objeto, medios y circunstancias por los que rigen las personas que ejercen la acción política en la actualidad y más precisamente en nuestro país.
Me parece que antiguamente en algunos estados y reinos se concebía la justificación de los medios por el fin; es decir que en nombre del estado y su actividad política y para mantener el orden político “se tenía que hacer lo que se tenía que hacer…” Hoy estamos en una época de manifiesta depreciación de la política y apología de los derechos humanos individuales frente a las exigencias del Bien Común. La problemática común parece ser totalmente distinta, ya que se constata una defección ética[17] en los agentes reconocidos del Bien Común, esto es en la clase política,  y se propone algún modo de moralizar la política. El problema se centra hoy en la necesidad de sanear el ejercicio de la política que se dice haber entrado en un proceso casi necesario de corrupción.[18] Los esquemas vigentes en aquel caso y en este son sin duda distintos y hasta antitéticos, porque había en aquél una alta concepción de la política y en este una muy depreciada. Pero la problemática genérica es la misma. Todo conduce al problema de ver cómo se “etifica o moraliza” la política. En el primer caso se trataba de justificar éticamente, en razón de valores supuestamente superiores como por ejemplo la “Razón de Estado”; una propuesta que parecía violar la moral común. En el caso actual parecería tratarse del problema práctico de cómo moralizar, según el criterio de la moral común, una actividad que por otros conceptos parece violar sus decretos.
9          ¿Y es que la Moral es un todo jerárquicamente integrado?
No es el hombre por un lado político y por otro un sujeto moral, como no es tampoco por un lado artesano, por un lado productor, por un lado sujeto económico y por otro un sujeto que deba atenerse a su perfección o a cumplir la justicia o a ser bueno. En toda actividad el hombre actúa como sujeto moral, en cada actividad compromete su destino último: El Bien y la Felicidad. Ahora bien, aunque en todas sus actividades el hombre actúa como sujeto moral, en el hombre que ha dedicado su vida a la política sea como estadista democrático, ministro, alcalde, diputado, presidente, rey, etc. esta identificación de su actuar con la moralidad tiene un sentido mucho más trascendental, porque como dice Aristóteles, la política es la forma más alta de la moralidad.[19]

10       ¿Por qué afirma Aristóteles que la política es la forma más elevada y excelente de la ética?[20]
Por dos conceptos. Primero, porque desde el punto de vista del valor (del mérito de los actos, del mérito de las conductas, de la virtud), los valores éticos que hacen posible la política son los más elevados. Es, en efecto, más alto el valor del hombre en función política que el valor del hombre logrado como hombre privado. Y a esto lo expresa Aristóteles de un modo sencillo y obvio: “porque superior al hombre que es capaz de hacer el bien a sí mismo y a sus allegados, es el que es capaz de hacerlo a los otros y a la ciudad, al Estado”[21] Cuán excelso será este valor lo expresa Aristóteles cuando, al referirse a la virtud del política la “justicia legal o virtud política”[22] dice de ella que: “...ni el lucero del alba ni el del ocaso brillan con luz más admirable...” poniéndola por encima de la justicia particular, la prudencia y la templanza.[23]
La virtud política es también bajo este otro concepto superior a toda otra. Por la sencilla razón de que sin ella ninguna otra virtud existiría. Y esto ya no es el orden del valor sino el orden de la eficacia, de la eficacia moral. Si no existiera moral política, toda otra moral se corrompería: esto es el esquema aristotélico, con el cual. Sin virtud política no habrá a la larga o a la corta virtud del hombre común, virtud del hombre a secas. Y en esto se funda la necesidad de la vida política y del Estado para el hombre. Sin Estado, sin ciudad, sin vida cívica, sin vida ciudadana, el hombre es menos que hombre, es bestia, dice Aristóteles.

11       ¿Le está permitido al sujeto político todo en virtud del ejercicio político?
Parece que caeríamos con esto en esa visión de la virtud política que la pone tan por encima que justificaría toda clase de excepciones y arbitrariedades. Una apreciación unilateral y forzada de esta verdad expresada por Aristóteles así lo ha hecho creer, y ha provisto de este modo una justificación a lo que sería una total arbitrariedad por parte del agente del poder.[24] Y en esta deformación de la verdad, que pone a la virtud política como suma virtud, ha tenido una responsabilidad no pequeña la doctrina del pensador florentino Maquiavelo, gran enaltecedora del poder. Sólo que en la actitud de Maquiavelo, que significaba algo así como otorgarle un “cheque en blanco” al agente del poder supremo, la política volvía a “desprenderse” de su identificación con la ética. Porque del hecho de que a la política le corresponda la promoción de las más altas formas de la virtud, no se sigue, sino al contrario, que el político virtuoso no deba ser además un buen hombre. Lo es sin duda. Una versión integradora como la de Aristóteles reconoce en la forma más alta de la virtud (la política) por inclusión a todas las virtudes, incluido las del hombre común. Un buen político es buen hombre por excelencia. Ahora bien, aquella “liberación”, desafección de la política respecto del ámbito entero de la moralidad que se vio en Maquiavelo y en muchos regímenes que lo adoptaron como base ideológica, ha dado como resultado algo contrario. Ha dado como resultado que la moralidad empezara a transitar por el ámbito de la mera vida humana privada.[25] Es a partir de este descoyuntamiento producido por Maquiavelo entre la política y la moralidad por exceso de virtualización o valorización de la política, que la moral empieza a adquirir una connotación que diríamos “burguesa”, y con esto queremos significar: privada de excelencia especial, identificándose con la virtud del hombre privado, del hombre honesto, buen padre de familia, cumplidor de contratos, de virtudes cívicas, yo diría también como un hombre que no retracta lo que juró aun en daño propio, aquel que todavía puede decir: “Les doy mi palabra” pues antiguamente empeñar la palabra era cuestión de honor, los hombre estaban dispuestos a dar su vida por cumplir los juramentos y la palabra dada, hoy en día ese valor es un bonito recuerdo utópico y platónico en el sentido de la existencia.

11       A manera de conclusión:
La política como actividad humana ha de basarse en principios y normas de comportamiento que deben regir la actividad pública de los agentes políticos a los que se les ha conferido el ejercicio de la autoridad. Menciono más relevantes y al mismo tiempo, por paradójico que parezca, reiteradamente violados en nuestro país.
A.        Principio de la receptividad: Todo político habrá de ser receptivo a las críticas y quejas de la ciudadanía, formuladas a través de diferentes procedimientos; uno de ellos, sin duda, los medios de comunicación. Las decisiones de los políticos, para que sean morales, habrán de tomarse teniendo en cuenta siempre la perspectiva de aquellos que serán los más afectados. El rechazo directo de las críticas que susciten las decisiones políticas nos muestra un comportamiento político escasamente receptivo a la voluntad ciudadana, y por ende, de dudosa validez moral.
B.        Principio de la trasparencia: Todo político habrá de actuar explicando siempre las intenciones con las que toma sus decisiones, sacando a la luz pública lo que se pretende conseguir con ellas, por qué se toman, cómo se van a llevar a término... No han de existir dobles intenciones en la vida política. Constituye una obligación moral de todo político decir siempre la verdad a la ciudadanía, no ocultar, tras mensajes ambiguos, intenciones inconfesables públicamente, haciendo encuestas que inducen la respuesta o preguntas cerradas.
C.        Principio de la dignidad: Todo político habrá de actuar considerando a las personas implicadas en sus decisiones como fines en sí (Kant)[26] y nunca como meros medios. La más grave inmoralidad en la que puede incurrir un político consiste en utilizar a las personas como instrumentos y objetos con los cuales conseguir otros fines, aunque sean fomentadores del bienestar social.[27] Esta defensa de la, dignidad de toda persona, a la que debe sujetarse cualquier acción política, implica la salvaguarda rigurosa y la promoción constante de los, derechos humanos, consagrados en las constituciones democráticas. Argumentaciones y acciones políticas maliciosas y violadoras de esos derechos, en las que subyace la legitimidad de servirse de personas (secuestradas, asesinadas, torturadas, extorsionadas...) para alcanzar otros fines considerados superiores, constituyen argumentaciones y acciones gravemente inmorales, además de claramente delictivas. Es este principio moral el que, desde el /cristianismo y la reflexión ética kantiana, mayor fuerza moralizadora de la práctica política comporta, además de sostenerse en una sólida base filosófica, que lo convierte en la piedra angular sobre la que se apoya todo el edificio político-jurídico de nuestra cultura democrática, tal como la enmarca la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
D.        Principio de los fines universales: Todo político habrá de actuar distinguiendo con suma claridad lo que son intereses personales o partidistas, de lo que constituyen en verdad fines universales de una comunidad o una nación. Lo cual significa que aquellas argumentaciones, decisiones o acciones políticas con las que se procura beneficiar, por ejemplo electoralmente o económicamente, a un partido político, son inmorales, aunque no sean por supuesto ilegales; y no digamos si se presentan a la ciudadanía, como suele suceder, revestidas de un aparente interés general, las que se sabe claramente que son meras estratagemas para aumentar votos o beneficiar a personas particulares.
E.        Principio de servicialidad: En todo sistema de gobierno hay quienes viven, como decía Weber, de la política y quienes viven para la política.[28] Los primeros se introducen en la vida pública y anhelan los cargos políticos como medios para acrecentar sus arcas particulares; mientras que estos últimos son quienes se entregan a la vida política como servidores de una causa, ven en el acceso al poder un medio para servir a la ciudadanía, no muestran apego sospechoso al cargo, y expresan con hechos una concepción transitoria de la actividad política. Una referencia para medir la altura moral de un político cabe encontrarla en este espíritu servicial del poder.[29] Por el contrario, una clara muestra de la inmoralidad política queda patente en todos aquellos que se sirven del poder para enriquecerse o enriquecer a los suyos.
F.        Principio de la responsabilidad: La mayoría de los políticos, cuando acusan a otros lo hacen por «falta de responsabilidad», y cuando se alaban a sí mismos es por haber actuado «por responsabilidad». Conviene distinguir entre responsabilidad moral, política y penal. Aunque simplificando, la última la delimitan los jueces, la segunda los parlamentarios o partidos, y la primera, además de estos, la ciudadanía y los medios de opinión. Es evidente que actuar moralmente en política es actuar con responsabilidad. Sin embargo, no resulta del todo evidente qué significa con exactitud la responsabilidad en la vida política. Se podrían distinguir, al menos, tres sentidos, todos ellos complementarios: a) responder a los ciudadanos y sus representantes, a través de las instituciones democráticas, de todo aquello de lo que se solicite explicación o justificación; b) asumir como propios los comportamientos ilegales o gravemente inmorales de los altos cargos subordinados, sin delegar en otros o excusarse en la traición de los hombres de confianza; c) tomar decisiones, como decía Weber, calculando siempre sus consecuencias previsibles para una comunidad o nación. Si el principio de la dignidad de la persona lo percibimos como el más elevado moralmente, el principio de la responsabilidad muestra mayores dificultades para ser delimitado con claridad; es el más manoseado y, por eso mismo, tergiversado por la mayoría de los políticos.

Documentos citados:
1.     Aristóteles, Moral a Nicómaco, Editorial Universo S.A. Lima, Perú.
2.     Aristóteles, La Política, Editorial T.O.R. Buenos Aires, Argentina.
3.     Platón, República, Editorial Universitaria de Buenos Aires, EUDEBA, Buenos Aires, Argentina.
4.     Machiavel, Le Prince, Flamarion, Paris, Francia.
5.     Spinoza, Ética, Editorial Aguilar, Buenos Aires, Argentina.
6.     WEBER M., El político y el científico,Alianza, Madrid 1981.





[1] “Sólo sé que nada sé” Sócrates.
[2] Alejándonos  de la conciencia lunga y laxa.
[3] “No hagan lo que yo hago, sino lo que yo les diga” La Biblia, Cartas Paulinas.
[4]  Augusto Salazar Bondy. Prólogo a Moral a Nicómaco, Aristóteles. Editorial Universitaria S.A. Colección de autores clásicos, Lima, Perú.
[5] Aristóteles. La Política. Editorial T.O.R. Buenos Aires, Argentina, 1959
[6] Platón. La República. Editorial Universitaria de Buenos Aires. EUDEBA. 1963. Buenos Aires, Argentina
[7] Maquiavelo, El Príncipe. Flammarion, Paris, France, 1980.
[8] Aristóteles. Moral a Nicómaco. Editorial Universo S.A. Lima, Perú.
[9] Ciudad, estado.
[10] Carácter.
[11] SERRANO CAL
DERA, Alejandro, POLIS, Revista Latinoamericana, Ethique et Politique (Ética y Política)
[12] Frase acuñada por SS. JUAN PABLO II.
[13] Se nos trata como mercancías, útiles, depreciables, reemplazables, movidos por la oferta y la de3manda denlas potencias y de los organismos internacionales, incluso por aquellos que dicen velar por el bien común de la humanidad. (Capitalismo Salvaje.)
[14] “Quien no es fiel en lo poco, no será fiel en lo mucho”
[15] Se le atribuye a Maquiavelo, aunque no la escribió y directamente no se ha comprobado que la haya dicho.
[16] La ética y la política por: Federico Mihura Seeber (Ensayo)
[17] Abandono y descuido de la moral en la política.
[18] Pareciera que por obligación el político es corrupto o al menos es la concepción de la mayoría de la gente en nuestras latitudes no sólo en Honduras, sino en América Latina.
[19] ARISTÓTELES, La Política, laberinto.umas.es
[20] Ibídem
[21] Ibídem
[22] Entiéndase por Justicia Legal al bien común, el equilibrio en todo y para todos, con los mismos derechos y obligaciones, con las mismas oportunidades y adquisición de bienes, en una nación como esta nadie se quejaría, y si no preguntémosle a los finlandeses y noruegos.
[23] Se puede decir que el todo siempre es mayor que la parte, es mayor el bien de todos que el de uno sólo, o todos estamos en las mismas condiciones o nadie, el bien ha de buscarse para el dodo y no sólo para uno. El bien social entonces será siempre primero que el bien particular.
[24] “Voy hacer lo que tenga que hacer…”
[25] Caso del IHSS EN Honduras y su autor y actor principal Mario Zelaya.
[26] Imperativo Categórico de Emmanuel Kant: “Actúa de tal madera que en tu proceder veas y concibas siempre a toda persona como fin y nunca como medio”
[27] Engañar a las personas con dadivas, frenarle el hambre sólo por un día y olvidarse de que como toda la vida.
[28] WEBER M., El político y el científico,Alianza, Madrid 1981.
[29] El servicio de la autoridad.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario